No me quiero volar la cabeza, pero ya tengo el revólver en la mano.
¿Qué hago? ¿La destrabo y huelo el olor a pólvora y muerte?
¿Escucho la bala salir del cartucho y colocarse en el cañón lista para ser expulsada hacia el exterior?
Eso no me puede lastimar.
Es sólo oler, escuchar, sentir.
Sentir lo que puede llegar a venir.
No.
No quiero volarme la cabeza.
Si disparaba me iba a desesperar.
Iba a llorar tanto como lloró él... o yo.

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